lunes, julio 16, 2007

Quijote Tapatío

Me harté del mundo proletario que acabó con mi salud y energía, me encerré cuatro días en el estudio de mi abuelo y me puse a leer El Quijote (pinche librote), me chingué cincuenta y tres capítulos de un trancazo (a ver, gánenme) y me gustó mucho, ahora entiendo por qué todos los señores cincuentones me lo recomendaban. Estuvo muy bien, pero no les conté que de esos cuatro días, sus tres noches no dormí, solo leí y leí (tan bueno es ese libro) pero llegó un momento en que las pocas veces que salía del estudio (a comer y al baño), sólo hablaba con mi abuela y lo hacía en español pues ese raro del siglo XVI, se me olvidó el lexico contemporáneo, las ventanas escuchaban mis pensamientos, el diminuto estudio era una campiña manchega, los cables de luz peleaban contra el viento y me susurraban sonetos de Quevedo y Góngora...por supuesto que mi familia se espantó y una vez más mi madre me exigió que vea al "médico", permítanme citarla: Ya te dije que no me gusta que leas tanto porque te pone mal.
-¡Admirad la ironía de enloquecer por leer un libro sobre un hidalgo que "por tanto leer y poco dormir, se le secó el ceso"!
¿De cuándo acá es un crimen leer? ¿Ahora necesito permiso para abrir libros? ¿Es esta la edad media otra vez?
Sin embargo mi madre tenía razón, necesitaba un cambio o terminaría de nuevo atrapado en una oficina amarilla con un tipo o tipa que pretende escuchar sólo para decirme después "no está bien" "estás mal" "tanta fantasía no es sana, tómate una de estas al día"!Cómo odio a esos doctores! (pseudodoctores) Dios sabe que primero me muero antes de volver a esos asquerosos despachos.
Entonces Lalo volvió a salvar el día invitándome a:


¡GUADALAJARA,GUADALAJARA!

Fueron como 4 días de retiro espiritual en una casota con un jardinsote lleno de gallos, patos, faisanes, pajaritos, tortugas, peces, una perra, una gata y un trampolín. Lo pasé muy bien excepto la parte en que me enfermé y no sé si fué la fiebre o mis sentidos previamente dislocados los que me hicieron escuchar que las muñecas del cuarto en el que me quedaba, se hablaban entre sí con acento ibérico, se odiaban. Pero cuando me curé salimos a pedir aventón a los camioneros, saltar en el trampolín, conocer la ciudad y ver chicas guapas (que allá abundan). Por cierto, por fin descubrí por qué las tapatías son tan bellas:


No se vale, allá tienen tres tipos distintos de básculas.


También encontré un lugar donde el humo es mágico y es muy fácil perderse:


Sin duda el mejor lugar de la ciudad, QUÉ DIOS BENDIGA LA AMAPOLA.

4 comentarios:

Mujer robot dijo...

Jajajajajaja, fui fan de tu sueño con muñecas que hablaban con acento ibericó, jajajajja...

Anónimo dijo...

Estuve buscando esa playera (la azulita que traes)por todas partes, creí que ahora deambulaba por el limbo de las prendas, supongo que desde Guanajuato se sigue marinando en tu sudor...

Mike dijo...

Excelente pedición.. el más grande de nuestro idioma y una ciudad para perderse... La neta que enviaida... (Pd. Tengo el quijote, mas nunca lo he leido)

vergudo-82 dijo...

jaja yo si conozco ese negocio de basculitas y basculotas, está por av circunvalación washintong