miércoles, junio 18, 2008

Muerte

Se va por la vida temiendo el morir y es verdad que la muerte es algo temible, por el solo hecho de ser algo absolutamente desconocido para el ser humano. El problema no es el miedo a la muerte, mucho menos lo es la muerte misma, el verdadero conflicto es el momento, aquel momento preciso en el que dices “hasta aquí llegué“.

En mi vida hay quizás demasiados momentos de este tipo, cuenta la leyenda que nací por cesárea porque traía yo el cordón umbilical enrollado en el cuello, dicen que me iba a morir antes de nacer.

Luego vino mi infancia, la mitad de ella la pasé el hospital debido a mis alergias y a mi asma. Recuerdo muy bien una noche que mi garganta se cerró sin avizo alguno, ésa fué quizás la primera vez que lo sentí. Desde que recuerdo siempre he tenido muchos problemas para respirar, pero aquella vez ni siquiera me dejó dormir. Es muy difícil de explicar el sonido de una garganta cerrada por completo, el sonido que escapa de la boca es así como un aullido hueco, casi metálico. El ruido que aquella noche emanaba de mi garganta debió haber sido muy fuerte porque despertó a mi hermano, me preguntó si estaba bien, cuando vió que no podía siquiera responderle, se fué corriendo a la habitación de mi madre. Lo siguiente que recuerdo es estar en el hospital, ya era de día y no sabía donde estaba ni qué hacía allí, una enfermera me explicó todo y luego me dejó solo en aquel lugar horrible. Salí del hospital una semana después. Estos episodios se repitieron incontables veces durante mi infancia, creo que mi madre llegó a acostumbrarse a pasar las noches sentada al lado de mi cama, durmiendo muy poco y luego correr al trabajo.

Creo que fué entonces cuando empecé a leer más, digo, si estás acostado todo el día en un lugar tan horrendo como un hospital ¿qué mas puedes hacer? Supongo que esta condición de mis pulmones fué la que me hizo crecer como un chico pálido y ojeroso. Al segundo año de secundaria cesaron los ataques (que por fortuna no se han vuelto a presentar) y por fin pude jugar futbol como cualquier otro niño, el problema es que para entonces ya no me gustaba el futbol. En aquella época conocí a un amigo llamado Mario Lagos y en él encontré un compañero que compartía aquel gusto por la indescriptible sesación de “ya valió madres“. Y es por eso que durante la secundaria nos dispusimos a hacerle cuanto daño pudiéramos a nuestros pobres cuerpos, todo siempre en forma de estúpidos retos: caminar debajo de un tráiler mientras está detenido en un semáforo, saltar desde la azotea de mi casa a un camión estacionado abajo, saltar desde un puete peatonal hacia los coches, tomar un auto “prestado“ sin tener absoluta idea de cómo conducirlo, un día inclusive saltamos de un auto en movimiento a otro.

Todas estas experiencias me llenaron de un placer enfermizo, con el tiempo dejé de frecuentar a Lagos y conocí más gente, mi vida se volvió común: escuela, amigos, familia, etc...hasta un día al salir de la escuela, un hombre me abordó en el camellón, no recuerdo lo que me dijo a principio, pero cuando volteé a verle, estaba sosteniendo una pistola en su mano derecha, volví a sentir entonces aquel golpe, ese rayo que te parte en 2 y te paraliza, él tomó todas mis pertenencias y se fué.

Descubrí entonces que el ser asaltado deja un sabor dulce-amargo, al menos se siente aquel extraño placer del peligro, el unico problema es que al final, debes entregarle todas tus cosas al cabrón del arma.

He sido amenazado y golpeado aquí y en otras partes del mundo, en la mayoría de las veces, he sido yo el que provocó aquella situación y lo he disfrutado, lo he disfrutado casi tanto como tener una dama en mi cama.

He estado en accidentes de auto bastante serios y en demasiadas peleas con cabrones que de repente sacan pistolas, inclusive he recibido el anuncio de una partida abrupta por sobredosis con pastillas, y después de todo eso, en el filo del abismo, he sentido siempre lo mismo: NADA. Es muy molesto sentir que te vas a morir y no temerlo porque realmente no te importa el seguir aquí o no, es encabronante sobrevir para decir ¿ahora qué?

Es por eso que creo tener cierta experiencia para decirles que no es la muerte la que hay que temer, tampoco la situación en la que has de morir, ni siquiera el instante en el que sientes tu vida en peligro (eso de hecho causa placer). Lo que es en verdad horrendo es cuando pasa todo, cuando has visto tu muerte a los ojos, pero sigues de pie, y todo sigue igual, entonces te preguntas ¿eso es todo? y te frustras y te enfadas y te deprimes y eso es en verdad terrible.

2 comentarios:

Ruy Guka dijo...

Señor K., sus consideracones de la muerte y de la vida las encuentro pertinentes. Yo también creo que la vida es deprimente, estática y molesta.
Un abrazo.

Mike dijo...

No hay que tormarse la vida en serio, a final de cuentas no saldremos vivos de ella.